jueves, 12 de febrero de 2015

De las Reflexiones de Dalom.

Para mi llegó la hora de decir: no más malas experiencias, quiero sólo paz y felicidad.

Hace unos 20 años comencé una intensa búsqueda de la verdad, la paz y la felicidad.
En esta búsqueda, pasando por la mayoría de las corrientes de sabiduría de la humanidad, hace unos 14 años, encontré lo que considero el mayor tesoro de sabiduría del que yo tenga conocimiento; me refiero al libro “Un Curso de Milagros.” 
En consecuencia, hace 14 años que vengo estudiando UCDM, y hace unos 10 años que también lo enseño a otras personas.  No obstante, y por extraño que pueda sonar,  nunca me había decidido a poner el “Principio Principal” del Curso como la ‘absoluta primera y gran prioridad’ en mi vida.  Es cierto que hace años que vengo tratando de que los fundamentos de UCDM sean la principal guía en mi vida, pero sé que no lo he hecho
de una forma sólida y consistente. Lo sé por el simple hecho de que no he logrado la completa paz interior y porque no soy, todo el tiempo, todo lo feliz que quisiera ser; y a la vez, tengo la total convicción de que eso es lo que ofrece la correcta y diligente puesta en práctica de UCDM.

Motivado por algunos conflictos y ansiedades que estoy seguro de que ya podría haber dejado atrás -y que ciertamente ya no quiero seguir experimentando- decidí, por primera vez en mi vida, tomarme realmente en serio el desafío de poner el ‘Principio Principal’ de UCDM como mi clarísima primera y gran prioridad.

¿Cuál es este principio principal? 
Para aquellos que no conozcan el Curso, digamos que la esencia de su enseñanza está basada en el poder del PERDÓN para lograr todo lo que anhelamos y necesitamos; incluyendo la paz interior, la sanación e incluso la salvación misma; que según el Curso, no es otra cosa que pasar del miedo al amor.  

¿Pero cómo se aplica este principio en forma práctica?
Con el objetivo de asegurar la brevedad de estas líneas, lo voy a explicar en función de la decisión  que acabo de tomar y que consiste en lo siguiente: 

A partir de ahora estaré constantemente alerta en no caer inadvertida y automáticamente en un juicio condenatorio, voy a poner toda mi concentración y fuerza en evitar que mi mente asigne culpas; ya sea a otros, a mí mismo, a Dios, etc.   Voy a estar alerta en no caer en el pensamiento  que de alguna manera soy víctima de las circunstancias o de lo que alguien más haya hecho o incluso pensado.   Cada vez que vuelva a vivir una experiencia desagradable, voy a reconocer que no existe nadie a quién culpar; que mi falta de felicidad se debe exclusivamente al simple hecho de haber cometido el error de “asignar culpa”.  En ese caso, lo que haré es aplicar el ‘principio principal’ del ‘perdón’ y volveré a experimentar la completa paz, que es el estado natural de mi conciencia. 

Es muy importante aclarar aquí que el “perdón” al que me he estado refiriendo (el perdón según UCDM) no corresponde a la interpretación clásica del perdón como un acto de superioridad espiritual en el cual una persona pasa por alto el daño que otro le ha hecho;  ese tipo de perdón no tiene mayor poder, porque parte de la base que somos seres vulnerables, y por ende, no reconoce nuestra verdadera esencia divina.  Además pone al ‘perdonador’ muy por encima del ‘perdonado’ lo cual refuerza la idea de que la “separación” es real; lo cual en definitiva, es la razón de todos nuestros males.

No, el “perdón” que tiene el poder de sanarnos y salvarnos (a la vez de concedernos todo lo que deseamos y necesitamos) se basa en una verdad tan profunda que es bastante difícil de entender y aceptar (por algo UCDM requiere normalmente un muy largo tiempo de aprendizaje y práctica. Considera que a mí me ha tomado 14 años de estudio y práctica para recién tomármelo suficientemente en serio como para asignarle la absoluta primera prioridad en mi vida). Sin embargo, tengo la fe de que tú puedes tener el esclarecimiento de saltarte todos esos años de arduo estudio y constante práctica, para aceptar de una vez el principio principal de UCDM, que consiste en lo siguiente:

Comprender que la voluntad de Dios fue crearte perfecto, eterno e invulnerable, y que nadie tiene el poder de cambiar la voluntad de Dios.   Por lo tanto, cualquier pensamiento o experiencia que tengas, que parezca negar tu perfecta invulnerabilidad, es sólo una ilusión de tus sentidos, en base a la interpretación que tu ego quiere hacer de la realidad.  Recuerda que tu ego consiste en la errónea idea de que estás separado del resto del Universo; y por lo tanto, eres un insignificante ser independiente, que está en constante riesgo de ser dañado por otros seres o entidades independientes de ti y que muy bien pueden tener objetivos opuestos a tus intereses y necesidades vitales. 

Esta visión del ego seguramente te sonará de toda lógica, y es así porque  tu mente está en gran medida atrapada dentro de tu ego; o dicho de otra manera, tú has caído en el error de restringir tu mente infinita, dentro de los insignificantes límites de la “mente ego” (una parte de la gran mente única y universal que ha decidido separarse y fragmentarse).       

Es muy probable que todo esto te parezca demasiado complejo, confuso y muy difícil de creer; aun así, hay una parte de tu mente que sabe que es verdad, y si decides guiarte por  aquella parte que aún está conectada a la mente universal (al amor) entonces podrás decidirte por poner en práctica estos simples principios que te llevarán a la completa paz, y por consiguiente, a todo lo que en verdad anhelas. 

Entonces, recapitulando, lo que yo he decidido, y que te invito a que hagas también, es lo siguiente:

A partir de este momento me mantendré constantemente alerta para no caer en el error de
fabricar  y sostener cualquier juicio condenatorio.

Me comprometo a poner toda mi concentración y fuerza en evitar que mi mente asigne culpas (a otros, a mí mismo, a Dios, etc.).  Tampoco caeré en el error de pensar que de alguna manera soy víctima de las circunstancias o de lo que alguien haya hecho, dicho o pensado.

No obstante, si vuelvo a vivir una experiencia desagradable, voy a recordar que no existe un culpable de lo que estoy viviendo; y que justamente mi falta de felicidad es el resultado de haber cometido ya, el error de “asignar culpa”.  Entonces, lo que haré es aplicar el principio del “perdón absoluto e incondicional”  y volveré a experimentar la completa paz, que es el estado natural de mi ser.   

Con cariño,
Dalom