De las Reflexiones de Dalom.
Para mi llegó la hora de decir: no más malas experiencias,
quiero sólo paz y felicidad.
Hace unos 20 años comencé una intensa búsqueda de la verdad,
la paz y la felicidad.
En esta búsqueda, pasando por la mayoría de las corrientes
de sabiduría de la humanidad, hace unos 14 años, encontré lo que considero el
mayor tesoro de sabiduría del que yo tenga conocimiento; me refiero al libro “Un
Curso de Milagros.”
En consecuencia, hace 14 años que vengo estudiando UCDM, y
hace unos 10 años que también lo enseño a otras personas. No obstante, y por extraño que pueda sonar, nunca me había decidido a poner el “Principio
Principal” del Curso como la ‘absoluta primera y gran prioridad’ en mi vida. Es cierto que hace años que vengo tratando de
que los fundamentos de UCDM sean la principal guía en mi vida, pero sé que no
lo he hecho
de una forma sólida y consistente. Lo sé por el simple hecho
de que no he logrado la completa paz interior y porque no soy, todo el tiempo,
todo lo feliz que quisiera ser; y a la vez, tengo la total convicción de que
eso es lo que ofrece la correcta y diligente puesta en práctica de UCDM.
Motivado por algunos conflictos y ansiedades que estoy
seguro de que ya podría haber dejado atrás -y que ciertamente ya no quiero
seguir experimentando- decidí, por primera vez en mi vida, tomarme realmente en
serio el desafío de poner el ‘Principio Principal’ de UCDM como mi clarísima
primera y gran prioridad.
¿Cuál es este principio principal?
Para aquellos que no conozcan el Curso, digamos que la esencia
de su enseñanza está basada en el poder del PERDÓN para lograr todo lo que
anhelamos y necesitamos; incluyendo la paz interior, la sanación e incluso la
salvación misma; que según el Curso, no es otra cosa que pasar del miedo al
amor.
¿Pero cómo se aplica este principio en forma práctica?
Con el objetivo de asegurar la brevedad de estas líneas, lo
voy a explicar en función de la decisión
que acabo de tomar y que consiste en lo siguiente:
A partir de ahora
estaré constantemente alerta en no caer inadvertida y automáticamente en un
juicio condenatorio, voy a poner toda mi concentración y fuerza en evitar que
mi mente asigne culpas; ya sea a otros, a mí mismo, a Dios, etc. Voy a
estar alerta en no caer en el pensamiento que de alguna manera soy víctima de las
circunstancias o de lo que alguien más haya hecho o incluso pensado. Cada
vez que vuelva a vivir una experiencia desagradable, voy a reconocer que no
existe nadie a quién culpar; que mi falta de felicidad se debe exclusivamente al
simple hecho de haber cometido el error de “asignar culpa”. En ese caso, lo que haré es aplicar el
‘principio principal’ del ‘perdón’ y volveré a experimentar la completa paz,
que es el estado natural de mi conciencia.
Es muy importante aclarar aquí que el “perdón” al que me he
estado refiriendo (el perdón según UCDM) no corresponde a la interpretación
clásica del perdón como un acto de superioridad espiritual en el cual una
persona pasa por alto el daño que otro le ha hecho; ese tipo de perdón no tiene mayor poder,
porque parte de la base que somos seres vulnerables, y por ende, no reconoce
nuestra verdadera esencia divina. Además
pone al ‘perdonador’ muy por encima del ‘perdonado’ lo cual refuerza la idea de
que la “separación” es real; lo cual en definitiva, es la razón de todos
nuestros males.
No, el “perdón” que tiene el poder de sanarnos y salvarnos (a
la vez de concedernos todo lo que deseamos y necesitamos) se basa en una verdad
tan profunda que es bastante difícil de entender y aceptar (por algo UCDM requiere
normalmente un muy largo tiempo de aprendizaje y práctica. Considera que a mí
me ha tomado 14 años de estudio y práctica para recién tomármelo suficientemente
en serio como para asignarle la absoluta primera prioridad en mi vida). Sin
embargo, tengo la fe de que tú puedes tener el esclarecimiento de saltarte
todos esos años de arduo estudio y constante práctica, para aceptar de una vez el
principio principal de UCDM, que consiste en lo siguiente:
Comprender que la voluntad de Dios fue crearte perfecto,
eterno e invulnerable, y que nadie tiene el poder de cambiar la voluntad de
Dios. Por lo tanto, cualquier pensamiento
o experiencia que tengas, que parezca negar tu perfecta invulnerabilidad, es
sólo una ilusión de tus sentidos, en base a la interpretación que tu ego quiere
hacer de la realidad. Recuerda que tu
ego consiste en la errónea idea de que estás separado del resto del Universo; y
por lo tanto, eres un insignificante ser independiente, que está en constante
riesgo de ser dañado por otros seres o entidades independientes de ti y que muy
bien pueden tener objetivos opuestos a tus intereses y necesidades
vitales.
Esta visión del ego seguramente te sonará de toda lógica, y
es así porque tu mente está en gran
medida atrapada dentro de tu ego; o dicho de otra manera, tú has caído en el
error de restringir tu mente infinita, dentro de los insignificantes límites de
la “mente ego” (una parte de la gran mente única y universal que ha decidido
separarse y fragmentarse).
Es muy probable que todo esto te parezca demasiado complejo,
confuso y muy difícil de creer; aun así, hay una parte de tu mente que sabe que
es verdad, y si decides guiarte por aquella parte que aún está conectada a la
mente universal (al amor) entonces podrás decidirte por poner en práctica estos
simples principios que te llevarán a la completa paz, y por consiguiente, a
todo lo que en verdad anhelas.
Entonces, recapitulando, lo que yo he decidido, y que te
invito a que hagas también, es lo siguiente:
A partir de este
momento me mantendré constantemente alerta para no caer en el error de
fabricar y sostener cualquier juicio condenatorio.
Me comprometo a poner
toda mi concentración y fuerza en evitar que mi mente asigne culpas (a otros, a
mí mismo, a Dios, etc.). Tampoco caeré en
el error de pensar que de alguna manera soy víctima de las circunstancias o de
lo que alguien haya hecho, dicho o pensado.
No obstante, si vuelvo
a vivir una experiencia desagradable, voy a recordar que no existe un culpable de
lo que estoy viviendo; y que justamente mi falta de felicidad es el resultado
de haber cometido ya, el error de “asignar culpa”. Entonces, lo que haré es aplicar el principio
del “perdón absoluto e incondicional” y
volveré a experimentar la completa paz, que es el estado natural de mi ser.
Con cariño,
Dalom