jueves, 26 de septiembre de 2013

¿Quieres  tener todo bajo control para ser feliz? 

Creo que la mayoría de la gente trata de tener cada día un mayor control sobre su vida y sus circunstancias.  Yo, he tomado el camino opuesto. 

Reconozco que en el pasado traté de tener todo bajo control, pensando que esa era la forma de asegurar mi paz y que a futuro esto me iba a asegurar la felicidad. 
Sin embargo, producto del tiempo, la experiencia y el aprendizaje, he cambiado radicalmente mi punto de vista y hace años que me esfuerzo sistemáticamente por ejercer cada vez menos control sobre mi vida; y dejar, cada día más,  mi destino en las manos de Dios. (Espíritu Santo, Cristo, Jesús, etc.) 

No puedo decir tajantemente que mi elección es la correcta; sin embargo, me parece observar que la mayoría de la gente tiene serios problemas para lograr la vida y las circunstancias que desean; mientras yo, compruebo que mi vida cada día se torna más y más satisfactoria, brindándome la paz y la felicidad que el pasado me negó.   

Sé que la idea de dejar todo en manos de una entidad externa suena muy errado y hasta aterrador; sin embargo, creo que la opción que yo he elegido es justamente la contraria. Lo que hago (al entregarle el control a Dios) es más bien quitarle el control a mi ego, que es mi identidad falsa y entregárselo al Espíritu, que es mi esencia divina, y por lo tanto, mi verdadera identidad. 

Pero claro, la convicción de que esto es verdad no se puede adquirir sólo porque alguien te dice que es así; es necesario creerlo profundamente, se necesita una fe muy profunda.  Entonces, la gran pregunta que uno se hace aquí es:
¿cómo aumentar mi fe al punto de poder hacer algo, para lo cual se requiere mucha más fe de la que tengo ahora?
No tengo todas las respuestas a esta monumental pregunta, sin embargo, la experiencia me dice que la fe aumenta ejercitándola; por lo tanto, en este caso específico -y partiendo de una mínima convicción de que se puede confiar en Dios-  el camino sería: ir soltando, poco a poco, el control de algunas cosas en nuestra vida, y dejando que se resuelvan solas; o más específicamente, encomendándolas al poder y sabiduría divinas.  Luego debes ejercitar tu fe no preocupándote más de cómo se va resolver la situación; pero sí, debes estar tranquilamente atento a cualquier mejoría que se produzca.

Con el tiempo, al constatar que esta práctica funciona bien, la fe se va fortaleciendo, y cada vez te será más fácil aplicar el principio; y cada día los resultados te serán más claros y más rápidos, generando así un “Círculo Virtuoso” que te llevará en un espiral ascendente, en dirección al Cielo (A la paz interior, la felicidad, la armonía, el amor, la abundancia etc.). 

Si pretendes que tu “mente lógica” juzgue la validez de todo esto, te puedo asegurar que es tiempo perdido, esto sólo podrás lograrlo con la práctica, poniendo a prueba el método.  
Pero ten en cuenta que una parte de tu mente (tu ego) hará todo lo posible por impedir que este método te funcione, lo notarás cada vez que, habiendo soltado el control de una situación, te asalte un profundo temor de que dicha situación se vuelva caótica y amenazante.  Ese es el momento clave para ejercitar la fe.  Por eso, te recomiendo comenzar con situaciones menores, que no te generen demasiada ansiedad. Con el tiempo,  podrás ir aplicando el mismo principio a otras áreas más trascendentes de tu vida.

Un consejo práctico es comenzar cada día con una oración más o menos como la siguiente (basada en Un Curso De Milagros) que se puede repetir en la noche o durante el resto del día:

“Dios (Espíritu Santo, Jesús, etc.) te entrego este día, se tú quien lo dirige, yo te seguiré, seguro que tu guía me brindará paz y felicidad.”    






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